La historia del hombre que ‘se llevó’ las camisetas de Tom Brady
Tras darse a conocer el video donde Ortega Camberos sale de los vestidores con el jersey de Tom Brady, este renunció a su puesto en La Prensa.
El 5 de febrero de 2017, Tom Brady protagonizó la remontada más espectacular en la historia del Super Bowl. Pero nunca se imaginó que, momentos después, un periodista mexicano empañaría su victoria perfecta.
Después de llevar a los Patriotas de Nueva Inglaterra a revertir un marcador adverso de 25 puntos y definir el partido ante los Halcones de Atlanta en tiempo extra —algo que nunca había ocurrido en un Super Bowl—, el mariscal de 39 años fruncía el ceño. No dejaba de hablar de su camiseta número 12, la que lució en el juego.
En un video se le veía sorprendido y molesto, revisando los vestidores mientras preguntaba: “¿Alguien la vio? ¿Alguien agarró mi camiseta? La tenía aquí en mi bolso. Estoy seguro, absolutamente seguro, cien por ciento seguro. Alguien la agarró”. Luego le comentó a Robert Kraft, el millonario dueño de los Patriotas, que le habían robado su camiseta, y Kraft le recomendó que la buscara en internet.
Seis semanas después, y con el despliegue de una investigación del FBI, la policía de Houston (ciudad de Texas donde se jugó el partido), las autoridades mexicanas y la National Football League, el misterio fue resuelto en México. A través de un video de seguridad se elaboró una lista de sospechosos y, el 12 de marzo, las pesquisas llevaron a los investigadores hasta el domicilio de Mauricio Ortega Camberos, un periodista mexicano de unos 50 años que no solo entregó la camiseta perdida sino también la que Brady usó hace dos años al obtener su cuarto título frente a Seattle y el casco de Von Miller, apoyador de los Broncos de Denver que fue designado como el jugador más valioso del Super Bowl L.
El nombre de Ortega de pronto se ubicó en el centro de una tormenta mediática por la magnitud del escándalo y las posibles consecuencias de sus actos en la imagen de los mexicanos ante el mundo. El expresidente mexicano Felipe Calderón criticó abiertamente su conducta en Twitter:“#MauricioOrtega una vergüenza para todos los mexicanos. Debería México meterlo a la cárcel sin esperar que @Patriots lo pida. Desprestigia”.
Durante más de 20 años, Ortega fue el director de La Prensa, un diario popular de nota roja con 88 años de existencia que ahora pertenece a la Organización Editorial Mexicana (OEM), una de las corporaciones de medios más grandes de México. El 20 de marzo, la empresa emitió un comunicado en el que señalaba que Ortega había renunciado el 14 de ese mes, dos días después de entregar los objetos robados. La declaración decía que, “con total sorpresa y decepción”, la compañía se enteró de la investigación y reprobaba “enérgicamente” ese comportamiento. También aclaraba que sus empleados no sabían de la participación de Ortega en el robo de los artículos.
“Solo llamó para avisar que venía y nos renunció. Verdaderamente venía pálido el hombre, como muy preocupado, y nos insistía en que quería presentar su renuncia”, dijo Martha Ramos, directora general editorial de la OEM. “Que después de tantos años alguien presente su renuncia de esa manera es rarísimo. Lo primero fue sorpresa, le preguntamos: ‘¿Qué te pasa? ¿En qué te ayudamos?’. Sabemos que tiene un hijo muy enfermo y supusimos que por ahí iba el asunto”.
Ramos explicó que ella tiene poco más de un año en esa organización, por lo que tuvo pocas oportunidades para conocer a Ortega, pero dijo que era evidente la pericia que tenía como director para titular, armar la primera página y escoger el orden de publicación de las noticias del periódico. “Es un tipo de lector que no es fácil de entender. El sello de La Prensa es nota roja, si le metes información dura, lo matas. Y él era muy bueno en eso”.
Los empleados del diario, contó Ramos, sabían que el director era un amante apasionado del fútbol americano: cuando entraban a su oficina veían algunos artículos como camisetas, cascos, figuras y las selfis que se tomaba con jugadores de la NFL. Para ellos “era normal”.
Lo que no era normal era que Ortega se acreditara para cubrir eventos como el Super Bowl. “Ahora todo eso va a cambiar pero, en realidad, era algo simple porque él era el que manejaba las acreditaciones de prensa en el diario como director, así que él mismo se autorizaba. Siempre pedía vacaciones por la fecha del Super Bowl porque coincide con su cumpleaños, que es en febrero”, explica la directora.
Luego de renunciar, Ortega entregó las prestaciones de su cargo —que eran su teléfono celular, un auto de la compañía, los documentos e identificaciones operativas— y procedió a cancelar todas sus cuentas de redes sociales. En repetidas oportunidades The New York Times en Español intentó contactarlo por teléfono, a través de colegas, amigos personales y en su domicilio pero no atendió las diversas peticiones de entrevista.
Diversas fuentes consultadas corroboran que Ortega estudió en la universidad pública nacional de México y obtuvo su cédula profesional como periodista en el año 1990. Sus allegados dicen que solía ufanarse de pertenecer a la misma generación que Carmen Aristegui, la célebre periodista mexicana de radio y televisión, y decía que eran amigos. Al ser consultada, Aristegui dijo no recordar realmente si fueron juntos a la universidad. Y que definitivamente no tiene ninguna relación amistosa con él.
Ortega incluso llegó a presidir asociaciones gremiales como el Club Primera Plana en 1998, una organización que también reprobó su conducta y aclaró que el periodista había sido dado de baja desde el año 2000. “Los periodistas somos periodistas; los que se aprovechan de un medio de información para delinquir son simples delincuentes”, dijo hace poco Teodoro Rentería Arróyave, consejero permanente de esa institución.
Para Lara Klahr, quien dirige el programa de medios del Instituto de Justicia Procesal Penal, la conducta de Ortega es una variante más de la problemática que encarnan medios como La Prensa.
“¿Qué esperaban de este hombre? Él dirigía un diario que descontextualiza y criminaliza a las personas, es un medio supermachista que además lucra con las tragedias humanas”, dice Lara Klahr, para quien se trata de una prensa que “retrata los déficits de nuestra sociedad”.
Paradójicamente, Ortega terminó protagonizando un escándalo que pudo ser la exclusiva soñada de un diario de nota roja como el que dirigió por más de dos décadas.
Con información de nytimes.com.mx
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